Viernes 27 de Febrero de 2009 07:25 |
5 de Enero ¡Aprobé el examen de conducir! Ya puedo conducir mi propio coche sin tener que oÃr las recomendaciones de los profesores, siempre diciendo "¡por ahà es sentido prohibido!", "¡Vamos a salir en sentido contrario!" "¡Cuidado con la viejecita! ¡Frena! ¡Frena!" y otras cosas parecidas. No sé como les aguanté durante estos últimos dos años y medio. 8 de Enero La Autoescuela me hizo una fiesta de despedida. Los profesores ni siquiera dieron clase. Uno de ellos dijo que iba a misa, juro que vi a otro con lágrimas en los ojos y todos dijeron que iban a emborracharse para celebrarlo. Encontré simpática la despedida, pero creo que mi cartera no merecÃa tanta exageración. 12 de Enero Me compré el coche, y por desgracia tuve que dejarlo en el concesionario para cambiarle el parachoques trasero, pues cuando intenté salir confundà la marcha atrás con la primera. Debe ser la falta de práctica. Hace una semana que no conduzco. 14 de Enero Ya tengo el coche. Estaba tan feliz al salir del concesionario que decidà dar un paseo. Parece que otros muchos tuvieron la misma idea pues me siguieron muchos coches, todos tocando la bocina como si fuese una boda. Para no parecer antipática entré en la broma y reduje la velocidad de 10 a 5 Km/h. A los demás les gustó y tocaron la bocina aún más. 22 de Enero Mis vecinos son intachables. Colocaron carteles avisando en letras grandes "ATENCION A LAS MANIOBRAS", marcaron con pintura blanca un sitio bien grande para aparcar y prohibieron a sus hijos salir a la calle mientras durasen las maniobras. Creo que todo es para no molestarme. Aún hay gente buena en este mundo... 31 de Enero Los otros conductores siempre están tocándome el claxon y haciendo gestos. Creo que es algo simpático pero un poco peligroso. Ayer uno apuntó al cielo con el dedo del medio. Cuando me asomé para ver a qué estaba señalando casi me doy un golpe. Menos mal que iba a la velocidad acostumbrada de 10 Km/h. 10 de Febrero Los otros conductores tienen hábitos extraños. Además de hacer muchos gestos con la mano están siempre gritando. No escucho nada porque llevo los cristales subidos pero parece que quieren darme información. Lo digo porque creo haber oÃdo decir a uno "Vete a casa". Creo que es algo espantoso. No sé como adivinó para dónde iba. De cualquier forma, cuando averigüe dónde está el botón que baja los cristales saldré de dudas. 19 de Febrero La ciudad está muy mal iluminada. Hoy di mi primer paseo nocturno y tuve que ir con las luces largas para ver bien. Todos los conductores con los que me crucé parecÃan estar de acuerdo conmigo porque también daban las luces largas y algunos incluso encendÃan otros faros que llevaban. Quizá fuera para espantar algún bicho. 26 de Febrero Hoy tuve un accidente. Entré en una rotonda y como habÃa muchos coches (no quiero exagerar pero como mÃnimo debÃan ser unos cuatro), no pude salir. Fui dando vueltas bien cerquita del centro a la espera de una oportunidad, de forma que acabé por marearme y me di contra el monumento que habÃa en el centro de la rotonda. Creo que deberÃan limitar la circulación por las rotondas a sólo un coche de cada vez. 3 de Marzo Estoy en mala racha. Fui a buscar el coche al taller y luego al salir me confundà de pie acelerando a fondo en vez de frenar. Me di contra un coche que pasaba aplastándole todo el lateral derecho. El conductor era, por casualidad, el profesor que me aprobó el examen. Un buen hombre sin duda. Insistà en que habÃa sido culpa mÃa pero él, educadamente, no paraba de repetirse "Que Dios me perdone! Que Dios me perdone!". |
Ultima actualización ( Lunes 02 de Marzo de 2009 06:37 )
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Miércoles 25 de Febrero de 2009 01:00 |
Juancho tenÃa mucho éxito en su carrera, no tenÃa problemas económicos y era muy querido por sus amigos. Sin embargo, con el tiempo empezó a sufrir dolores de cabeza, ligeros al principio, pero que fueron aumentando de intensidad hasta llegar a ser insoportables. Cuando su salud, su trabajo y su vida amorosa empezaron a ser afectados por este problema, Juancho se decidió a consultar con un médico. El especialista lo examinó, realizó varios análisis, le tomó radiografÃas, muestras de sangre, de heces, de orina, y por fin le dijo: - Tengo una noticia buena y una mala. La buena es que puedo curarle sus dolores de cabeza. La mala es que para hacerlo tendré que castrarlo. Usted sufre una rara condición en la que sus testÃculos oprimen la base de su columna vertebral, y eso es lo que le causa dolores de cabeza. La única manera de remediarlo es removiendo sus testÃculos. Juancho quedó anonadado y deprimido, pero sus jaquecas empeoraban dÃa con dÃa, y preso de la desesperación decidió someterse a la operación. Al salir del hospital, el dolor de cabeza habÃa desaparecido por completo, pero se sentÃa abatido y desanimado, como si le faltara una parte de sà mismo (obviamente). Caminando por un parque, se puso a reflexionar, y decidió que, puesto que se sentÃa como una nueva persona, empezarÃa su vida de nuevo, disfrutándola a cada momento. Animado, pasó frente a una sastrerÃa. - 'Eso es lo que necesito'- se dijo a si mismo, '- ... para empezar: un traje nuevo'. Asà que entró en la tienda y le dijo al vendedor que necesitaba un traje nuevo. El vendedor lo observó por un momento y dijo: - Muy bien, es talla 44. - ¡Exacto! ¿Cómo lo supo? - Es mi trabajo.- repuso el vendedor. Juancho se probó el traje, y le quedó perfectamente. Mientras se observaba en el espejo, el vendedor le dijo: - ¿Qué le parecerÃa una camisa nueva? Juancho lo pensó por un momento, y respondió: - Claro, ¿porqué no? - Veamos, necesita una 34 de mangas y dieciséis de cuello. - ¡Exacto! ¿Cómo lo supo? - Es mi trabajo, - repitió el vendedor. Juancho se probó la camisa, que le quedó muy bien. Mientras se veÃa en el espejo, el vendedor le dijo: - Le convendrÃa tener también zapatos nuevos. Juancho estaba cada vez más animado. - Por supuesto, - dijo. El vendedor echó un vistazo a los pies de Juancho. - Deben ser de talla nueve y medio. Juancho estaba asombrado. - ¡Exacto! ¿Cómo lo supo? - Es mi trabajo,- respondió el vendedor. Mientras Juancho admiraba sus zapatos nuevos, el vendedor le preguntó: - ¿DesearÃa también ropa interior nueva? Juancho lo pensó por un segundo, pensó en la operación que acababa de sufrir, y dijo: - De acuerdo. - Muy bien, deben ser calzoncillos de talla treinta y seis. Juancho se rió: - No, amigo, se equivoca. He usado talla treinta y cuatro desde los dieciocho años. El vendedor negó con la cabeza. - No es posible que use treinta y cuatro. El calzoncillo serÃa demasiado apretado. ¡Le presionarÃa los testÃculos contra la base de la columna vertebral y le producirÃa un terrible dolor de cabeza!  |
Ultima actualización ( Miércoles 25 de Febrero de 2009 13:12 )
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Carta de una madre a un hijo informático. |
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Miércoles 25 de Febrero de 2009 01:00 |
Querido hijo: A la vista está que desde que comenzaste tus estudios de Informática tu nivel de comunicabilidad con el resto de tu familia ha ido en receso, al igual que tu capacidad para mantener un mÃnimo orden en tu mesa de trabajo y resto de tu habitación. Es por ello que he decidido tomar cartas en el asunto y ponértelo de manifiesto en los mismos términos que empleas a diario para dirigirte a nosotros, tu familia. Viendo que tu sistema operativo no te permite mantener optimizado tu entorno de trabajo ni tus unidades de almacenamiento, he creÃdo conveniente defragmentar el espacio libre y poner orden en tu sistema de archivos. Asà pues, he liberado cantidad de espacio en tus unidades de alta capacidad (estanterÃas) y en las unidades extraÃbles (cajones). He habilitado, junto a tu acceso telefónico, un espacio reservado a tus documentos, en el cual se encuentra tu libreta de direcciones y tu portapapeles, y he dejado espacio suficiente para que tengas acceso directo a tus herramientas de escritura y dibujo. También he vaciado la papelera y restaurado la configuración visual de tus paredes, eliminando esos wallpapers tan pasados de moda. Al escanear el resto del entorno, encontré algunas particiones ocultas, tales como el espacio entre el colchón y el somier. Te recomiendo que guardes el software de "anatomÃa visual" en carpetas poco accesibles a tus hermanos, que aún son menores de edad, si no quieres sufrir la censura de la B.S.A. o, en su defecto, de tus padres. La ropa sucia la he procesado con un programa largo y comprimido en tus unidades extraÃbles. Te recomiendo que actualices más a menudo tu ropa interior, o de lo contrario habrá que pasarles periódicamente un Antivirus. Como sé que encontrarás cierta dificultad a la hora de adaptarte a este nuevo orden, he sobrescrito la tabla de contenidos de tus unidades para que te resulte más sencillo encontrar lo que busques. Claro que puedes encontrar algún bug; es la primera vez que hago de administrador de sistemas. Si detectas alguno, comunÃcamelo y desarrollaré un patch. Por último, he minimizado el desorden general de tu armario, he maximizado tu área de estudio y he puesto en funcionamiento un bucle condicionado que limitará tus recursos en caso de que no mantengas optimizado tu entorno. Espero que todos estos cambios mejoren tu rendimiento y no sea preciso hacer overclocking en tus horas de estudio, ni limitarte el ancho de banda en tus comunicaciones. Fdo: Tu madre P.D.: Tu familia echa de menos una conversación normal. |
Ultima actualización ( Viernes 27 de Febrero de 2009 11:28 )
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Miércoles 11 de Octubre de 2006 10:17 |
Cuentan que un gerente muy importante de una conocida multinacional informática tuvo una crisis cardÃaca por culpa del trabajo. Fue dado de baja y enviado al campo con el objeto de recuperar las fuerzas y relajarse un poco. Después de pasar 2 dÃas sin hacer nada, el hombre estaba ya harto de la vida bucólica y pastoril, y se aburrÃa soberanamente. Asà que decidió hablar con el granjero que le hospedaba y solicitarle alguna tarea sencillita para pasar el rato y ocupar el tiempo, a la vez que asà hacia algo de ejercicio. Al dÃa siguiente se levantaron temprano, antes de que saliera el sol. El granjero, conocedor de la idiosincrasia de la gente de ciudad, y temiendo algún estropicio irreparable, resolvió asignarle tareas simples en las que no pdiera causar daño alguno (incluyéndole a él mismo). 'La tarea es muy sencilla.' - dijo el granjero dándole una pala - 'Sólo tiene que recoger el estiércol que hay en el chiquero de los cerdos y repartirlo por el sembrado para abonarlo. Cuando termine venga a verme.' El granjero era propietario de más de doscientos cerdos, y el estiércol se acumulaba hasta la altura de la rodilla. Asà que el hombre estimó que la faena le llevarÃa al gerente de 2 a 3 dÃas. Cual fue su sorpresa, cuando al cabo de tres horas apareció el gerente, lleno de estiércol hasta las orejas, sonriente y con cara de satisfecho diciendo 'Ya he terminado.' Viendo que en efecto la tarea estaba terminada, y además con eficiencia el granjero decidió asignarle otra. 'Bien. Hay que sacrificar unos pollos que mañana tienen a recoger los de la carnicerÃa. Basta con cortarles la cabeza.' -dijo dándole un enorme cuchillo - 'Es un poco más complicado, pero seguro que puede hacerlo.' HabÃa más de 1500 pollos para sacrificar, y supuso que el gerente no terminarÃa hasta bien entrada la noche. Incluso pensó en ayudarle más adelante cuando terminara de recoger la siembra. Apenas habÃan pasado un par de horas cuando el gerente se presentó ante él, con toda la ropa y la cara manchada de sangre, el cuchillo mellado, y sonriente como un niño el dÃa de los Reyes Magos, diciendo de nuevo 'Ya he terminado.' El granjero no salÃa de su asombro. ¡IncreÃble! Él mismo, acostumbrado a la dura vida rural, no lo hubiera hecho mejor: los 1500 pollos estaban amontonados en un lado, y las 1500 cabezas en otro lado. El granjero se rascó la cabeza pensativo. Llevó al gerente junto a un gran montón de patatas y le dijo: 'Muy bien. Ahora hay que separar las patatas. Las grandes a la derecha y las pequeñas a la izquierda.' Pensó el granjero que en menos de una hora verÃa otra vez al gerente pidiéndole más trabajo. Pero no fue asÃ. Pasó la hora de comer, la hora de cenar, se hizo de noche, y el gerente no aparecÃa. Creyendo que algo le habrÃa sucedido, el asustado granjero fue donde habÃa dejado al gerente, y se lo encontró sentado delante del mismo montón de patatas, sin que hubiera separado ninguna. - ¿Le pasa algo? - preguntó extrañado. - El gerente se volvió con una patata en la mano y le contestó: Mire: repartir mierda y cortar cabezas es algo a lo que estoy muy acostumbrado... Pero, ¡esto de tomar decisiones...! |
Ultima actualización ( Miércoles 25 de Febrero de 2009 13:14 )
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